Cuando
yo era chico corría como un loco y me subía a todos los árboles que podía. Me
gustaba explorarlos y cuando ya me acostumbraba a uno, iba a buscar otro que
fuese más complicado que el anterior. Una vez que lo conquistaba, sentía que
tenía un nuevo árbol base. Cuando en 2014 me fui a México, creo que también
buscaba explorar un nuevo árbol. Y me tocó uno bien complicado, de esos que no te
permiten subir así no más. Sin dudas fue un desafío; dejé mucho en Uruguay aquel
año que partí. Sin embargo, pese a los momentos muy duros que me tocó vivir,
México fue de lo mejor que me pudo haber pasado. Estoy muy agradecido a esa experiencia.
Siento a ese país mi casa, como lo siento con Uruguay, o con Brasil. De alguna
manera, mi espacio se expandió. Eso me llevó también a expandir mi forma de
pensar, para sobrevivir y no perderme. Salir de la zona de confort te pone a
prueba. Te permite ganar confianza enfrentando tus miedos y mostrarte tus
límites. Derriba tus mitos y crea otros. Te obliga a desapegarte para crecer.
Ayuda a conocerse. Uno a veces ni sabe el bicho que tiene adentro.
Salirse de la zona de confort no
necesariamente implica irte del país y correr tantos riesgos. A veces nuestra
zona de confort es el empleo ese que no nos gusta, pero que no dejamos por
miedo a quedarnos sin dinero, aunque estemos hipotecando nuestro precioso
tiempo. Otra zona de confort, también, puede ser el quedarte siempre con esas
mismas canciones que te funcionan o no animarte a tomar riesgos cuando compones
por miedo a perder público. A veces blindamos la zona de confort con la queja
permanente, porque, la lástima por nosotros mismos es como una anestesia que
nos deja clavados en donde estamos. Lo malo conocido parece mejor que lo bueno
que está por conocerse. Permanecer en la gratificación del éxito cuando nos va
bien, también es confortable. Ya le dan a uno ganas de parar. Queremos que el
mundo se detenga allí, y que el aroma a laurel nos acaricie la nariz, pero eso
no sucede así.
Debido a que parte de nuestro
trabajo ha sido promoviendo artistas, algunas personas se han acercado para
decirme, “¿por qué no nos llevas a México?”, y yo les pregunto, “¿por qué no
van Uds. a México y se ponen a trabajar allí?”. Hay músicos y emprendedores
soñadores, con buenas ideas, buena música, sin embargo, están en esa zona de
confort que no los deja expandirse. Viven en una autocomplacencia que los va
marchitando. Esperan que el milagro llegue desde fuera, y eso no funciona así.
Hay que mover la energía. Empujarse más allá de los propios límites. Nadie te lleva a ningún lado. Tú vas y
trabajas, tu trabajo se vuelve visible y comienzas a lograr colaboraciones, y
luego, recién, llegan los beneficios.